Una charla con la sabiduria

Iba camino a la parada de buses, tras un día de trabajo lo único en lo que pensaba era en llegar a casa y descansar. Por fuera daba el aspecto de una persona normal sin los problemas que normalmente vive la mayoría, pero por dentro la situación no era la misma y como no sentía la suficiente confianza para contarle a algún amigo por lo que atravesaba simplemente decidí guardármelo. Llegando note que mi bus ya estaba dando marcha, cosa que me frustró por que no quería atrasos, solo quería llegar a casa, comer e irme a dormir. Imposible de disimular, mi cara de antipatía no tardó en aparecer; solo continúe mi camino, tome asiento y no quedaba más que esperar por el siguiente bus.

Pasados 10 minutos note que un señor, de unos 70 años, tomo lugar en el asiento contiguo al mío. Lo curioso fue esa sensación que sentía de que él me miraba fijamente, gire mi cabeza disimuladamente y comprobé que realmente me miraba, sin siquiera parpadear, reí por un instante di media vuelta hasta quedar frente a él y note que me sonreía así que de manera educada devolví la sonrisa y me prepare para hablar con él. Me presenté y pregunté que si nos conocíamos o si tal vez me confundía con alguien más a lo que respondió con una ligera expresión de negación con su cabeza.

Se dirigió a mí y me dijo que me notaba distraído que si no era inoportuno de su parte preguntar el motivo por el cual me encontraba así, normalmente habría pensado “que mal educado, porque se entromete en cosas que no le incumben y más aun sin conocerme”, pero su rostro emanaba una atmosfera de confianza y tranquilidad por lo que sin pensar respondí que sí y le pregunte que si quería escuchar mi situación, a lo que respondió con una sonrisa de aprobación.

Le conté que me encontraba en una situación delicada, problemas financieros y estrés de tanto trabajo, pero que nada se comparaba a los problemas personales que tenía desde que mi esposa decidió divorciarse de mí 1 año atrás, desde que ella se marchó no me encontraba cómodo con ninguna persona, todo era mucho o poco comparado a lo que ella me hacía sentir. Tanto era lo vivido y compartido que su recuerdo se mantenía fresco, lo cual me hacía llorar o estar triste la mayor parte del tiempo puesto que se resintió tanto conmigo que ni la palabra quería dirigirme.

“Ella era mi motivo de felicidad lo que me hacia sonreír todos los días, sin ella no hay nada que valga la pena, ni mantener una sonrisa en mi rostro”. Él escuchó atentamente la historia entre ella y yo, pasaron las horas, los buses pasaban frente a mí pero no quería perder esta oportunidad, tras tanto tiempo de guardar lo que sentía o pensaba hoy un desconocido me escuchaba atentamente y parecía importarle mi situación, tal vez porque sabía que en el fondo seria neutro y me daría la respuesta que había esperado por mucho.

¿Porque confiar en él? No lo sé pero al final se trataba de dejarse llevar y buscarle solución a todo. Tras terminar de contarle lo sucedido, mi posición ante esta situación y lo que sentía más lo que pretendía hacer y lograr me miró fijamente a los ojos y sonrió, me dio unas palmadas en el hombro y me dijo: “Pon atención a lo que te diré a continuación, pues te ahorrare una vida de sufrimiento, llena de errores que fácilmente se podrían evitar pero que en el momento no somos capaces de ver por la inmadurez y el no saber pensar con claridad”.

A mi edad eh visto y vivido cosas que no muchos tienen la virtud de experimentar, puede que sea porque no logran madurar, no abren bien sus ojos a cosas que parecen imposibles pero que resultan ser más fáciles de lo que pensábamos, pero no es el hecho de aprender sino de compartir estas experiencias y enseñar a jóvenes como tú que las situaciones en la que están son normales, solo hay que encontrar un equilibrio perfecto para hacer que el cerebro prevea los resultados y así decida lo que mejor nos convenga.

Mi esposa murió 30 años atrás producto de una enfermedad, en el momento a pesar de mi edad no pensaba razonablemente, mis emociones controlaban mis acciones y decisiones, lo cual jamás me trajo buenos resultados, aun en su lecho de muerte no fui capaz de hacer las paces con ella; una vez fallecida no pude resolver nuestros problemas y todo quedó inconcluso en la nada. Martirizado, y con una pena moral inmensa, me perdí en los vicios que solo alimentaban cada día mis depresiones y angustias. Un día fui a una conferencia de mi trabajo, ahí nos explicaron que a simple vista, el cerebro está dividido en dos partes: la izquierda, o cerebro lógico, que controla el lenguaje, el conocimiento y el pensamiento racional; la parte derecha es el lado creativo, domina la imaginación y la intuición, y es el que permite el acceso a la conexión cuerpo-mente para conseguir lo que deseas. Al principio no entendí en que me ayudaría esta información hasta que poco a poco fui comprendiendo lo que el conferencista trataba de decir.

Algunas personas rigen su vida pensando y actuando únicamente con el lado izquierdo del cerebro, limitando sus emociones y creatividad para desarrollar una capacidad intelectual superior a la de otras personas, lo cual no está mal hasta cierto punto, pero restringen sus sentimientos lo que los vuelve antipáticos y con una personalidad pedante y egocentrista, pocas veces disfrutan de la vida o incluso de sus logros. A pesar de estar casados y con hijos quisieran haber elegido otra manera de vivir pero el que dirán de la sociedad los obliga a aparentar algo que no son, lo que conlleva a divorcios prematuros y una vida solitaria ya anticipada. Raras veces logran ser felices.

Otras dejan que el lado derecho de su cerebro los convierta en personas emotivas, que no solo piensan si no que sienten y comparten alegría, llanto y tristeza, su lado creativo evoluciona de una manera única, el problema radica en que constantemente fracasan por no pensar con claridad y sufren demasiado ya que no saben asimilar los resultados, que son un reflejo de su de su falta de madurez y poca atención a los detalles. Sufren mucho, y raras veces logran ser verdaderamente felices. (Ya que algunos creen ser felices cuando no lo son por miedo a experimentar cosas nuevas)

Me puse a pensar y de ambos lados el destino parece terminar igual,  jamás se conoce la verdadera felicidad y no se puede gozar en plenitud; peor aún se ignora cómo conservarla. El detalle está en encontrar un punto de equilibrio y usar cada lado en el momento adecuado, sin permitir que uno interfiera con las decisiones que le corresponde al otro, algo que como sabrás no es fácil de lograr y toma tiempo dominar.

Primero que nada concéntrate; segundo marca tus objetivos y lo que quieres lograr; tercero solo tú sabes lo que sientes y por ende sabrás que es lo que te conviene, analiza la situación y decide qué lado del cerebro dejaras que te ayude para salir adelante; cuarto no dejes que ningún lado domine o sobresalga más que el otro ya que perderás el control y no podrás usarlo a voluntad; quinto, y no menos importante, disfruta de los pequeños momentos que te da la vida y no te límites ni te lamentes.

Vive a plenitud con medidas y jamás dejes de ser quien realmente eres, tu felicidad no depende de nadie más que de ti, se feliz porque así lo decidiste y comparte ese sentimiento con la persona que creas valga la pena. Cuando esta no este, no pienses que la felicidad no volverá, porque siempre ha estado y estará dentro de ti, simplemente no temas a dar una oportunidad a quien la merece.

Valora, respeta y atesora porque nada es para siempre y el arrepentimiento no es algo con lo que quieres lidiar y menos a esta edad. Espero que mi experiencia y lo que aprendí te sirvan en algo, porque para mí fue demasiado tarde pero sé que mi esposa algún día me lo perdonara, más aún aprende a perdonarte a ti mismo por no haber sabido cómo actuar, se responsable de tus actos y nunca te quedes de brazos cruzados.

Una vez finalizada la anécdota el señor se levantó, me dio un abrazo, sonrió y se fue caminando entre una multitud de personas hasta que poco a poco su figura fue desvaneciéndose. Me mire en un reflejo, sonreí y decidí que no me quedaría de brazos cruzados, me levante caminando con la frente en alto y una sonrisa optimista me abrí paso entre las personas, estaba decidido, era hora de ser un hombre y actuar como tal, no más miedos, no más arrepentimientos ni inseguridades, viviría mi vida a plenitud disfrutando de las pequeñas cosas que me da la vida y manteniendo aquellas que me hacían sentir bien.IMG_0514